No, los tatuajes no son una moda. Llevan entre nosotros siglos, pero hace un tiempo que es la moda la que lleva tatuajes.
Un estudio de tattoo y una pasarela son dos mundos muy distintos pero aún así comparten algo fundamental: la pasión por la expresión personal. También hay similitudes en como utilizan el cuerpo como medio para el arte. Cada uno a su manera, lo convierten en un lienzo.
Hoy hacemos un repaso por la historia de los tattoos en la moda.
La high fashion siempre ha tenido fascinación con los tatuajes. Podemos encontrar las primeras referencias ya en los años 70, cuando aún parecía que los tatuajes eran cosa de marineros y prostitutas. Conforme los modelos en las pasarelas empezaron a lucirse con prendas inspiradas en los tattoos, la industria empezó poco a poco a adoptarlos con naturalidad dentro de su mundo.
Se considera que el diseñador japonés Issey Miyake es el responsable de unir estos dos mundos en la cultura mainstream y de desafiar las normas de la industria de la moda. Su interés por hacer la moda accesible para todo el mundo le hizo romper con lo que hasta ahora había sido la alta costura. Todo esto explotó en 1971, cuando Miyake presentó su colección “Tattoo” en Nueva York para su desfile de otoño-invierno. El título ya lo deja todo claro.
Esta icónica colección es una celebración de la cultura juvenil de la época, donde las estrellas del rock and roll eran los nuevos dioses a los que rezar. Una de las joyas de la colección es el body de unos tonos que buscaban imitar el color de la piel del modelo. Esta prenda estaba ilustrada con imágenes que recuerdan a las técnicas de tatuaje tradicional mezclado con retratos realistas de Janis Joplin y Jimi Hendrix.
Esta colección era un “yo hago lo que me da la gana” en un país donde los tatuajes eran ilegales hasta 1948 y donde después de eso solo se asociaban de manera negativa a organizaciones criminales como los Yakuza. Sin duda, Miyake puso su granito de arena para ayudar a reducir el estigma que rodeaba el mundo de la tinta.
Miyake abrió el camino de muchos otros diseñadores que más tarde usaron el tatuaje como principal inspiración para la creación de sus prendas. El diseñador Martin Margiela, en su primera colección debut en 1989, presentó unas prendas de malla trasparente con estampados que directamente referencian a los tatuajes y el arte tradicional de la Polinesia. Al estar hecho de este tejido casi trasparente, parece que los tatuajes están en la piel del modelo.
Y esto no fue cosa de un día… Margiela siguió usando el tatuaje como inspiración con los años, como en su colección artesanal de 2014, donde desfilaron prendas inspiradas esta vez en el tatuaje tradicional americano, celebrando también el imaginario de los marineros del siglo pasado.
Pero el tatuaje tradicional americano lo petó en la moda unos años antes, cuando el diseñador Christian Audigier en 2004 decide comprar los derechos de las ilustraciones del famoso tatuador Ed Hardy. Después de un éxito enorme, Ed Hardy se convirtió en una marca que ha dejado una huella imborrable en la moda y en la cultura urbana con sus diseños coloridos inspirados en el estilo tradi.
Otro de los grandes nombres que relacionan tattoos y moda es el de Jean Paul Gaultier, que siguiendo los pasos de Miyake y Margiela, creó lo que acabaría siendo una de las insignias de su firma: prendas de malla que se adaptan a las formas del cuerpo y lo adornan con ilustraciones inspiradas en los tattoos.
La lista de diseñadores inspirados por la fiebre del tatuaje es infinita: Rei Kawakubo en su colección FW15 en Comme des Garçons, Paul Helbers en Louis Vuitton SS11 o Demna Gvasalia en Vetements SS19 donde recreó las prendas de Margiela y Gaultier pero inspirándose esta vez en los tatuajes carcelarios de criminales rusos.
Pero los tattoos en la moda no se quedan únicamente en las prendas. Conforme el estigma se ha ido borrando de la pasarela, lxs modelos tatuadxs han empezado a arrasar en la high fashion. Stephen James, con unos tatuajes nada discretos que le cubren de pies a cabeza; Omahyra Mota, un icono de las pasarelas de Nueva York que dice tener hasta 56 tatuajes o Quannah Chasinghorse, la modelo nativa americana que luce con orgullo su tatuaje facial tradicional.
En definitiva, la identidad es algo con lo que estos dos mundos tan distintos juegan, mis tatuajes definen quién soy, de una forma que lo hace el cómo me visto. Los dos son una forma de lanzar un grito al resto del mundo diciendo: aquí estoy y así soy.